Hace más de treinta años los teléfonos públicos en nuestro país funcionaban con monedas de 20 centavos. Se insertaba la moneda en una ranura, se marcaba el número deseado y justo en cuanto la otra persona contestaba, se tenía que apretar un botón para que la moneda cayera dentro del teléfono. Era hasta ese momento en que se podía establecer la comunicación de ida y vuelta.
Por lo tanto, cuando había alguna falla para establecer la comunicación, era común utilizar la expresión: “es que no le ha caído el 20”.
Con el tiempo, la gente empezó a utilizar esta frase en sus conversaciones cotidianas y todavía se maneja en nuestros días, de tal forma que cuando alguien te dice “ya me cayó el 20” se refiere a que ya comprendió o ya captó la idea.
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