La administración por valores y el enfoque en los demás.
¿Por qué, en pleno siglo XXI, la incertidumbre sobre el futuro de una empresa es mayor que nunca? La respuesta no está solamente en un mundo cambiante o en malas decisiones estratégicas. Empresas multinacionales que eran un gran ejemplo a seguir para los que empezábamos como profesionistas hace dos décadas ahora son estudios de caso o “empresas zombie”.
Según el periódico el Financiero (2016) solo el 25% de las startups en México sobreviven después de dos años de existencia. Al mismo tiempo que en las universidades se nos insiste en promover el emprendedurismo, vivimos una crisis de emprendedores. Y los motivos son variados: finanzas débiles o mal planeadas, objetivos vagos o inexistentes, incluso la planeación deficiente.
De esos tres motivos, me gustaría detenerme un poco en la cuestión de los objetivos. Soy un convencido de que la Administración por Valores -APV- es un sistema poderoso que puede ayudar a garantizar la existencia y el desarrollo de un negocio.
En las empresas donde la misión, visión y valores no se conoce ni se practica, al final cada quien aboga por sus intereses. Y en las instituciones que ya llegaron al éxito, la soberbia puede nublar su perspectiva y hacerlos creer que su misión está alrededor de un producto, no alrededor de una necesidad humana.
La misión de una empresa, de un negocio, incluso de una persona, siempre estará relacionada con ayudar a solucionar una necesidad de su prójimo -cliente-. Quienes saben interpretar este principio en su planeación estratégica y en su toma de decisiones, sobreviven.

Por ejemplo, Sony. En mi juventud, un producto Sony era sinónimo de calidad y durabilidad asociada al costo. Era una marca por encima de todas las demás, en todos los sentidos. Televisiones, aparatos de sonido, videocaseteras, walkman. Su misión básica era crear productos innovadores que gustaran a sus clientes.
Pero se llegó el Siglo XXI, y ellos seguían concentrados en la buena fama de sus productos. Y los clientes cambiaron. Otras empresas – Samsung, LG- entendieron lo que querían los clientes, y les dieron lo mismo que Sony, a mejor precio. Con la premisa de adaptar el producto a las necesidades del cliente, se posicionaron en la parte alta de la cadena comercial.
Sony ha tenido que “rediseñar” su misión, la cual consiste ahora en “inspirarte y satisfacer tu curiosidad”. Claro, utilizando la tecnología para entregarte emoción y y entretenimiento al estilo Sony. Y para lograrlo producen todo tipo de tangibles e intangibles: desde productos de audio y video hasta películas, videojuegos en línea y servicios financieros.
¿Qué quiero proponer con todo lo anterior? Que la clave en el ejercicio de nuestra profesión, en el éxito de nuestra empresa, incluso en la viabilidad de ese negocio, radica en que descubramos que tenemos una misión para los demás en este mundo, y que la interpretemos de manera adecuada para sentir que damos solución a algún problema de este mundo.
Si esa misión es concurrente a la de la institución en la que laboramos, seguro ya estamos enamorados de nuestro trabajo. De no ser así, hay que realizar el análisis serio y tomar las decisiones consecuentes.
En este mundo, da gusto toparse con el taquero que te atiende de buenas, con el vendedor de bienes raíces que te propone la casa que realmente necesitas, con el asesor virtual que te responde no por cumplir, sino con deseo de ayudarte en tu aprendizaje. En el fondo, esas competencias se logran no solo con entrenamiento, sino con convencimiento.
Como profesionistas y empresarios -en proyecto o en realidad- les propongo que tengan siempre presente ese sentido de orientarse a sus clientes actuales y futuros. Nuestra misión no es lo que ya sabemos hacer, sino lo que ellos necesitan y necesitarán. El qué -misión- debe ser claro; el cómo -medios, productos, servicios- está sujeto a las adaptaciones que no exige el mundo. De esta manera, caminaremos por el mundo felices y con rumbo definido.
¡Hasta luego!