Las creencias por las que actualmente nos conducimos son pensamientos, sentimientos y actitudes aprendidas en etapas previas, por medio de las cuales nos regimos día a día quedando grabadas en el cerebro y condicionan nuestra mente y el cuerpo. Algunas de estas creencias pueden ser:
No soy bueno para las matemáticas.
Engordo respirando.
La creatividad no se me da.
Soy enojón.
Las mujeres guapas no pueden ser listas.
Todos los hombres son iguales.
Ellos son una raza superior a la mía.
Nunca seré nadie.
No tengo buena suerte.
Los trabajos buenos no son para mí.
Pobre nací y pobre seguiré, etc.
La única forma de cambiar tus creencias es pensar si aún continúan sirviéndote y cuestionarte si quizá valdría la pena cambiarlas para ayudarte a crear un futuro diferente al que actualmente te has condenado por simplemente creerlo.
A menudo damos por verdaderas algunas creencias que pasan de generación en generación, inclusive le decimos Karma, destino, la cruz que Dios me envió, la vida que me tocó, etc.
Quizás a estas alturas del escrito te estarás preguntando:
¿Cómo le hago para cambiar mis creencias?
En primer lugar, lo más importante es tomar conciencia de esas creencias que te limitan y no te permiten crecer, aquellas que no permiten una evolución plena y que obstaculizan tu felicidad, la toma de conciencia nos permite vivir la realidad que queremos vivir, para luego entonces comenzar un proceso de des aprendizaje o dicho de otra manera aprender a desaprender, comenzando solo con un pensamiento que nos llevará a tomar nuevas decisiones, estas nuevas decisiones harán que tengas nuevas conductas, las nuevas conductas seguramente traerán nuevos hábitos. Los nuevos hábitos te traerán nuevas emociones y sentimientos que te ayudarán a pensar en nuevas formas, como te darás cuenta TODO comienza con sólo un pensamiento.
Te voy a poner un ejemplo que te ayudará a aclarar más este concepto:
Una persona que es negativa, que nada le gusta, que siempre ve el arroz negro en el tazón blanco más puro, lo primero que tiene que hacer es tomar conciencia de esta forma de ser y las desventajas que esto le ha traído a su vida, una vez que lo entiende y decide cambiarlo comienza el trabajo que poco a poco se fortalecerá con la práctica.
Cuando llegue primer pensamiento negativo lo observa, por ejemplo; “no me gusta platicar con mi compañero de trabajo, dice puras tonterías”, en este momento tomas la decisión de platicar con tu compañero cambiando tu actitud y poniéndote otros lentes, unos lentes que te hagan ver que algo puedes aprender de esta persona, si te fijas en este momento ya hiciste dos pasos; cambiaste tu pensamiento y tomaste la decisión de hablar con tu compañero, ahora sólo hay que llevarlo a cabo.
Mientras platicas con tu compañero te das cuenta de que tiene puntos de vista diferentes pero interesantes, no lo juzgas, mientras continúas observando tus pensamientos, ahora ya te diste cuenta que puedes aprender de otras personas y decides darte la oportunidad de hacerlo con otros compañeros, aquí ya estás abarcando el tercer paso que es tener nuevas conductas que al hacerlo en forma consistente se convertirá en un hábito.
Este nuevo hábito te traerá nuevas emociones y aquí te sorprenderás porque la biología juega a tu favor produciendo neurotransmisores (serotonina, acetilcolina, dopamina) que son sustancias químicas creadas por el cuerpo que transmiten señales placenteras y de felicidad, así como una pequeña proteína llamada neuropéptido que con pensamientos positivos, de amor, y optimismo fortalecen el sistema inmunológico, entonces generamos un sentimiento que nos ayudará a pensar de una nueva forma no solo por la decisión de cambiar un solo pensamiento sino porque la farmacia de nuestro cuerpo nos ayuda a fortalecer nuestra decisión de pensar diferente y así ese compañero con el que no te gustaba platicar se convierte en tu mejor amigo y te das cuenta de que platica cosas muy interesantes y que te ayudan a crecer.
¡Y todo comienza solo con un pensamiento!